Este primer periodo de la visión histórica según las eras de la comunicación que proponen De Fleur y Ball-Rokeach se remonta muy atrás en la historia (90.000 años aprox.) hasta los primeros escímenes de homínidos, los cuales alcanzaron un nivel de comunicación comparable con el de los animales más complejos de la actualidad. Esta forma de comunicación que los autores detectan estaba construida a partir de signos y señales, tenía las características de ser baste simplificada y lenta en su transmisión; de todas formas, estos mecanismos de comunicación tenían un orden y sirvieron para que la especie humana pudiera realizar con mayor eficacia la actividad de la caza, por ejemplo. Los autores plantean que los homínidos de la época no llegaron a alcanzar el habla simplemente porque su capacidad física no se prestaba para fonetizar un lenguaje, sin embargo fueron capaces de transmitir planes, opiniones o conclusiones (De Fleur, Ball-Rokeach. pág, 30).
Según la clasificación tradicional de la historia, esta era de lo signos y las señales se ubicaría dentro del periodo clasificado como Paleolítico Superior, el cual pertenece a la etapa inicial de la Edad de Piedra y presenció actividad humana en su forma más primitiva. Este fue una periodo en el que especies de homínidos anteriores como Homo erectus, Homo neanderthalensis, Homo floresiensi convivieron simultáneamente pero que a la larga fueron sustituidos por el Homo sapiens. Este humano primitivo, además de poseer control sobre el fuego, supo elaborar herramientas básicas para su supervivencia como cuchillos y puntas de lanza. Sus principales actividades eran la caza y la recolección, la agricultura todavía no se había implementado y el proceso de domesticación de animales estaba apenas surgiendo, en general se caracterizaban por nómadas con comportamientos colectivos comunes.
El aspecto determinante para marcar una transición entre esta primera era hacia la era del habla y el lenguaje es precisamente el habla, pues como tal los primeros homínidos no habían construido un lenguaje por completo porque su anatomía no estaba no permitía que pudieran emitir sonidos complejos que fueran más allá de gritos, gruñidos o chillidos. Por este motivo, esta primera era está marcada por la habilidad de trasmitir señales y gestos, que el ser humano primitivo consiguió elaborar; si bien estos mensajes estaban limitados por su simplicidad, al fin y al cabo cumplían con su objetivo y sus necesidades básicas. El momento que esas ideas adquirieron una estructura fonética es posible hablar de la era siguiente, mientras tanto el ser humano estuvo limitado por esta forma básica de comunicación. En este punto es importante mencionar que las eras no se superan unas a otras, si no que se integran y se mejoran pues a lo largo de la historia de la humanidad las formas de comunicación más y menos evolucionadas han aparecido en distintos periodos de tiempo.
De este modo podemos identificar hoy en día formas de comunicación muy básicas y parecidas a las que posiblemente utilizó el ser humano primitivo. El ejemplo más simple y común en cuanto a señales es indicar direcciones, ya que al ser preguntado por direcciones rápida y casi involuntariamente nuestra mente responde señalando; por tanto no es difícil imaginar un escenario de caza en el que un grupo de humanos estén organizando mediante señalización la emboscada a la presa. Otra forma básica en cuanto a signos son los gestos faciales pues ayudan al otro a captar rápidamente los estados de animo de una persona, el ejemplo más claro de todos es la sonrisa que transmite felicidad; y de la misma forma que el caso anterior es fácil imaginar al ser humano de la época expresando enojo con un gruñido y una expresión facial.
M. L. De Fleur, S. J. Ball-Rokeach. Teorías de la comunicación de masas. Paidós. Barcelona. 1993
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